domingo, 7 de octubre de 2012

Normas de higiene postural y ergonomía


La función  de nuestros  pies consiste en proporcionar apoyo a nuestro cuerpo, aparte de servirnos para trasladarnos, detenernos,  realizar acciones rítmicas de propulsión y absorción de choques y  mantener el equilibrio.
Cuando nacemos nuestro pie está sin configurar y sus arcos no son perceptibles; solamente cuando el niño ha adoptado la posición erguida comienzan a hacerse visibles estos arcos, especialmente el longitudinal, consecuencia de los esfuerzos derivados de soportar el peso del cuerpo y de caminar.
Durante los primeros años de vida el pie se encuentra en pleno proceso de formación y, especialmente al principio, es una estructura muy flexible que no ha desarrollado la fortaleza suficiente, por lo que cualquier tensión anormal ejercida sobre el pie puede acarrear consecuencias negativas. Los primeros pasos se dan sobre superficies duras y firmes del hogar, calzadas de hormigón o aceras pavimentadas, lo que puede resultar perjudicial para los pies. A ello contribuye también el frecuente uso de zapatos indebidos desde el nacimiento.
En el pie del adulto el peso del cuerpo se distribuye entre la parte delantera del pie y el talón, en posición vertical la carga principal la soporta el talón y equivale a más de la mitad del peso del cuerpo. Así se entiende que cuando el peso se concentra en medio centímetro cuadrado de tacón de aguja, éste "pinche" los suelos. A medida que elevamos el talón mediante el uso de tacones, la distribución del peso cambia y cuanto más alto es el tacón, más se carga la zona delantera del pie.
Con tacones próximos a los 10 cm prácticamente casi todo el peso del cuerpo se ejerce sobre los dedos del pie.
La elevación del talón provoca no sólo una deformidad de la bóveda plantar, sino que además produce un acortamiento de los músculos gastrocnemios (en las pantorrillas) y sobrecarga de los huesos de los dedos de los pies. Así, los dedos se aplastan contra la punta del zapato y se deforman en forma de garra.
Prácticamente todo el peso del cuerpo se descarga sobre las cabezas metatarsianas y el pie pierde estabilidad. Además, el uso prolongado de tacones produce problemas a nivela d espalda ya que aumenta la curvatura lumbar provocando lumbalgias severas a causa de una hiperlordosis lumbar.
En el caso de los zapatos de punta fina, los dedos quedan aprisionados y se desequilibran. El dedo gordo sale hacia fuera, y los dedos cuarto y quinto se tuercen hacia dentro. Si bien todos los dedos se deforman, el que sufre las peores consecuencias es el famoso dedo gordo: se luxa hacia fuera, se desplazan los tendones y en la cabeza del metatarsiano aparece el juanete.
El dedo gordo deformado, atravesado, rechaza los dedos medios, que se deforman, y el quinto dedo o pequeño sufre una deformación inversa. Estas deformidades y desequilibrios son inicialmente pasajeros, pero con el uso prolongado de calzado inadecuado se hacen permanentes.
Hay un grupo de personas que son de alto riesgo si les aparece alguna lesión de este tipo: los diabéticos o con problemas circulatorios, que deben extremar el cuidado de pies, y las personas con arteriosclerosis de las extremidades inferiores y problemas de riego sanguíneo. 


CARACTERÍSTICAS DE UN ZAPATO ADECUADO


Recordemos que el mejor momento del día para comprarse calzado es al finalizar la tarde ya que tras una larga jornada es posible que nuestros pies estén hinchados y podremos comprar calzado que no nos apriete. Y hay que probarse ambos zapatos ya que es normal que un pie sea más grande que el otro.


Ø   El calzado debe ser cómodo para usted. Compruébelo caminado con ellos por la tienda antes de comprarlos. 
Ø   Debe tener un contrafuerte bueno, es decir que le de buena sujeción al talón. 
Ø   El tacón no debería exceder los 4 cm
Ø   El tacón debe ser ancho y la punta redonda de manera que no comprima los dedos. 
Ø   El zapato no debe doblarse desde la punta al talón, sino que debe tener consistencia o arco de enfranque que le da resistencia  desde la parte  posterior hasta la anterior. 
Ø   Se recomienda que el zapato abierto esté sujeto al menos por una tira desde atrás, porque los dedos del pie tienden a tratar de sujetar el calzado con un movimiento de reptación y se sobrecarga el metatarso, que es la parte anterior del pie donde apoya y sobre todo se ponen los dedos en garra. Cuando el calzado va sujeto desde atrás, la carga se reparte mucho más y no se fuerzan los dedos.

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